La Junta de Castilla y León desarrolla políticas de eficiencia energética que permiten conseguir ahorros del 25% en el gasto de energía.

La Junta de Castilla y León ha impulsado en los últimos años medidas de ahorro energético que persiguen el desarrollo de una actividad económicamente más competitiva y una reducción del impacto medioambiental de la generación energética en la Comunidad. Ahorrar energía en los hogares y en la actividad diaria tiene aún más sentido en momentos de crisis económica. El uso inteligente de la energía reporta beneficios a la economía, tanto en la actividad empresarial como en el hogar.

Además, la energía es un bien escaso y sus fuentes se agotan y por este motivo la Consejería de Economía y Empleo está impulsando políticas de ahorro energético a partir de fuentes renovables, pues es necesario optimizar los recursos energéticos disponibles.

El consumo de energía está claramente ligado al desarrollo de un país y a la falta de racionalidad en el consumo. Los países desarrollados consumen el 75 % del consumo de energía mundial, derivado de un modelo social, el actual, basado en un consumo desproporcionado de energía.

La reducción de costes económicos a través del ahorro energético viene definido, en la actualidad, en la necesidad de gastar menos.

Etiquetado energético

En este sentido, el etiquetado energético, aplicado tanto a los vehículos como a los electrodomésticos y, como novedad, a los edificios, constituye una medida de ahorro energético y respeto al medio ambiente cuya rentabilidad es casi inmediata en términos de ahorro para la economía de los ciudadanos. Además, una opción de compra de un producto energéticamente más eficiente mejora el entorno, preserva las fuentes de energía fósiles, evitando su agotamiento, y reduce la dependencia energética del exterior y la emisión de contaminantes.

El etiquetado energético es un elemento clave para permitir el ahorro energético y la adquisición de hábitos de consumo de energía responsables. En el uso de la clasificación energética en electrodomésticos, permite indicar el consumo de energía y otros recursos de los aparatos. Además de aportar información uniforme sobre los productos, fomentar el uso racional de la energía y reducir la contaminación medioambiental, orienta al consumidor hacia los aparatos más eficientes y respetuosos con el entorno y motiva a industria a mejorar el diseño, y la I+D+i para poder competir en el mercado. En estos momentos una decisión de compra de un frigorífico por parte de un consumidor y en condiciones similares de coste, hace que éste se incline por adquirir un producto más eficiente.

En cuanto a la información incluida en la etiqueta base, esta contiene datos sobre el nivel de eficiencia energética representados por siete letras, de la ‘A’ a la ‘G’. Los electrodomésticos más eficientes están incluidos en el intervalo de la ‘A’ a la ‘C’. Entre los distintos niveles hay una diferencia de un consumo energético entre un 10 % y un 15 % mayor, de forma que un electrodoméstico de clase de clase ‘A’ puede llegar a consumir el 55 % de lo que consume otro de clase ‘D’. Comprando un frigorífico de clase ‘A’ en lugar de uno de clase ‘C’, se puede ahorrar hasta 322 euros en la factura eléctrica a lo largo de su vida útil. Es decir, si se opta por electrodomésticos más eficientes, nuestra factura de la luz puede llegar a reducirse hasta un 25 %.

Además del dato de eficiencia energética, común a todos los electrodomésticos y aparatos, hay otros datos de enorme interés en esta etiqueta que dependen de cada producto. Datos sobre la eficacia de lavado -lavadoras y lavavajillas- o la capacidad de congelación –frigoríficos-, ruido, capacidad de carga real o volumen útil, consumo de agua…

Alumbrado y ordenadores

En cuanto al etiquetado del alumbrado, los niveles de eficiencia son los mismos que en el caso de las etiquetas de los electrodomésticos. La etiqueta incluye información sobre los lúmenes, que indican la cantidad de luz que aporta la lámpara; los vatios, que expresan la potencia y por último, las horas que funcionará la lámpara.

Si se compara una bombilla convencional de 100W con una lámpara de bajo consumo de 20W, se comprueba que ambas proyectan la misma luz. Sin embargo la de bajo consumo permite un ahorro en 8.000 horas de funcionamiento que será de 80 euros. La sustitución de bombillas que suelen estar encendidas unas 5 horas al día, por lámparas de bajo consumo, puede reducir la factura eléctrica de un hogar entre un 15 y un 20 %. Incluso realizar una limpieza periódica de todos los puntos de luz, comprobando la apariencia y color de la bombilla, si su intensidad es la adecuada, y si el tono es el normal puede permitirnos también un importante ahorro energético.

Los equipos ofimáticos llevan generalmente los logotipos de ‘Etiqueta Ecológica’ y ‘Energy Star’. Un ordenador calificado con la etiqueta ‘Energy Star’ es responsable de reducir hasta un 70 % las emisiones del CO2 emitidas por la central energética que tiene que producir la electricidad para hacer trabajar ese equipo, en comparación con uno convencional. Hay que recordar que los modos de funcionamiento ‘Sleep’, ‘Stand by’ o ahorro de energía permiten disminuir el consumo respecto a los modos normales de funcionamiento, pero no implican un consumo cero.

De hecho, estos modos de funcionamiento tienen un consumo eléctrico asociado que hay que tener en cuenta, ya que puede ser considerable debido al número importante de horas que puede permanecer el aparato funcionando de esta manera. Por este motivo, cuando los equipos no vayan a ser utilizados en períodos largos de tiempo, como los fines de semana o períodos vacacionales, es recomendable la desconexión total. Debemos apagarlo completamente si no lo utilizamos en más de una hora y la pantalla a partir de los 20 minutos.

Ahorro energético en los edificios

El alto número de viviendas que se construyeron en la Comunidad antes de la crisis obliga a que se preste especial atención a una actividad que por sus dimensiones puede proporcionar espectaculares resultados en el ahorro de energía.

Las medidas de ahorro en cualquier tipo de edificio pueden aplicarse desde el momento de su propia construcción, consiguiendo el máximo confort interior a partir de las máximas aportaciones energéticas externas, de carácter natural, y de las mínimas pérdidas internas. Fachada, cubierta y ventanas son las partes esenciales del edificio para aplicar las mejoras energéticas y medidas de ahorro.

Cada grado en el interior de más en verano o de menos en invierno puede incrementar el consumo hasta un 5 %. Por ello, para comenzar a ahorrar energía hay que hacer una comprobación de la correcta función aislante de las ventanas; aislar térmicamente la fachada teniendo también en cuenta el color en las distintas orientaciones y un buen aislamiento térmico de las cubiertas.

Para asegurar estos aspectos que mejoran el rendimiento energético en los edificios, actualmente, contamos con el certificado de eficiencia energética de edificios, de obligado cumplimiento desde el 1 de junio tanto en la compraventa de un edificio o vivienda como en su alquiler, y tanto en los nuevos como en los ya existentes. La etiqueta informa de manera objetiva sobre las características energéticas del edificio, lo que permite valorar y comparar su eficiencia energética, asegura que un edificio consume más o menos energía, sin que ello suponga merma alguna en el confort.

Con todo ello, la aplicación del certificado energético de edificios por parte de la Junta de Castilla y León busca limitar la demanda energética de todo tipo de construcciones, optimizar el rendimiento de las diferentes instalaciones de un inmueble y fomentar el uso de energías renovables en las viviendas busca que tanto el bolsillo del consumidor como el medio ambiente salgan claramente beneficiados.

 
 
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